Como siempre lo mejor es mirar primero la talla y luego la firma, pues es la calidad lo que debe determinar nuestra elección.
En este caso y dentro de los posibles Masakazu creemos que estas tallas corresponden al escultor nacido en 1868 y fallecido en 1912 que vivió en Ise Yamada.
1. Okimono tallado en marfil: Hombre con escoba.
2. Okimono tallado en marfil: Urashima Taro.
La escultura que se encuentra firmada, mide 12.5 cm. de alto y la base oval 5.5 cm. en su parte mas ancha.
La Leyenda de Urashima (existen variantes y según donde uno la encuentre o quien se la cuente, la leyenda varía un poco en más o menos detalles. Publico aquí una versión que ya publiqué anteriormente y que me fue contada hace mucho tiempo la cual, seguramente, tendrá diferencia con otras):
Urashima vivió, hace cientos de años, siendo el único hijo de un matrimonio de pescadores. Una red y una pequeña barca era toda la riqueza de la pobre familia que sin embargo era gratificada por el cariño y bondad de su hijo.
Un día, iba el joven pescador caminando cerca de la playa cuando vio a un grupo de niños maltratando a una tortuga que había quedado atrapada en viejos trozos de redes, al ver la escena, fue dominado por un gran sentimiento de piedad hacia la tortuga y reprendió a los niños por su accionar. Como la bondad de Urashima era conocida entre los habitantes del pueblo, los niños dejaron a la tortuga en paz y se fueron a continuar sus juegos en otro sitio. Entonces, el joven tomó a la tortuga en sus manos, se acercó al mar y suavemente la depositó donde rompen las olas observando como se alejaba perdiéndose de vista.
Pasado un tiempo de este incidente, nuestro héroe se encontraba pescando cuando un viento lo alejó de la costa al punto de perderla de vista. Fue entonces que se apareció la tortuga que él había echado al mar, la cual, dirigiéndose a él, se transformó en la hermosa princesa Otohime hija del emperador del mar y le invitó al palacio en Riugú, la ciudad bajo el mar, donde vive el dragón dios del mar quien dio a Urashima el poder de respirar bajo el agua. Con la princesa vivieron como esposos en la ciudad del reino del mar. Pasaron varios días y entre tantas maravillas y su amor por la princesa Otohime, Urashima no sintió que el tiempo pasara.
Sin embargo, un día recordó a sus padres y lo ganó la inquietud por saber sobre ellos y por poder comunicarles de su nueva vida para que no sufrieran su ausencia. Una mañana se lo dijo a su esposa. La princesa procuró convencerle de que se quedara junto a ella, pero nada logró. Finalmente y con gran tristeza, la princesa lo acompaño hasta la playa y al despedirse entregó a Urashima una pequeña caja de nácar y le advirtió que, si quería volver a verla, nunca la abriese, dicho esto, se despidió y se internó en el mar.
Cuando Urashima la perdió de vista, se dirigió hacia su casa, pero no fue capaz de encontrarla. La aldea se encontraba cambiada y no parecía ser la misma donde el pescador había nacido y se había criado. Sin embargo, el lugar, la playa y las montañas no habían cambiado, sólo la gente y las construcciones…
Preguntó a unos niños que por ahí pasaban sobre la casa de sus padres, pero estos dijeron que nunca habían oído hablar de ellos. Entró en los comercios del pueblo haciendo las mismas preguntas y obteniendo la misma respuesta, fue entonces que comenzó a comprender que mientras para él pasaban días en el reino del mar, en la tierra eran años, y que así había pasado más de un siglo.
Decidió entonces volver con la princesa Otohime, pero descubrió que había olvidado preguntarle como hacer para regresar. Desconcertado, se dirigió a la playa, las noticias y el asombro sumados a su remordimiento, tanto por la tristeza de sus padres que murieron creyéndolo muerto, como por haber dejado a la princesa lo marearon y para no caer sin fuerzas, se sentó en la arena mirando el mar, el mismo horizonte donde Otohime había desaparecido… En ese estado de ánimo recordó la caja que tenía entre sus manos pero olvidándose que no debía abrirla, pensó que, haciéndolo, quizá pudiera ir junto a Otohime.
Al abrirla, una nube salió de la caja y se perdió en el cielo, al mirar como se perdía la nube, recordó la recomendación de no abrir la caja y comprendió que ya no volvería a ver a la princesa, simultáneamente, sintió que sus fuerzas le abandonaban, sus cabellos encanecían, su piel se arrugaba y su corazón dejó de latir. La mañana siguiente unos niños vieron tendido en la arena a un hombre decrépito, sin vida. Era Urashima que había muerto de viejo…
Urashima vivió, hace cientos de años, siendo el único hijo de un matrimonio de pescadores. Una red y una pequeña barca era toda la riqueza de la pobre familia que sin embargo era gratificada por el cariño y bondad de su hijo.
Un día, iba el joven pescador caminando cerca de la playa cuando vio a un grupo de niños maltratando a una tortuga que había quedado atrapada en viejos trozos de redes, al ver la escena, fue dominado por un gran sentimiento de piedad hacia la tortuga y reprendió a los niños por su accionar. Como la bondad de Urashima era conocida entre los habitantes del pueblo, los niños dejaron a la tortuga en paz y se fueron a continuar sus juegos en otro sitio. Entonces, el joven tomó a la tortuga en sus manos, se acercó al mar y suavemente la depositó donde rompen las olas observando como se alejaba perdiéndose de vista.
Pasado un tiempo de este incidente, nuestro héroe se encontraba pescando cuando un viento lo alejó de la costa al punto de perderla de vista. Fue entonces que se apareció la tortuga que él había echado al mar, la cual, dirigiéndose a él, se transformó en la hermosa princesa Otohime hija del emperador del mar y le invitó al palacio en Riugú, la ciudad bajo el mar, donde vive el dragón dios del mar quien dio a Urashima el poder de respirar bajo el agua. Con la princesa vivieron como esposos en la ciudad del reino del mar. Pasaron varios días y entre tantas maravillas y su amor por la princesa Otohime, Urashima no sintió que el tiempo pasara.
Sin embargo, un día recordó a sus padres y lo ganó la inquietud por saber sobre ellos y por poder comunicarles de su nueva vida para que no sufrieran su ausencia. Una mañana se lo dijo a su esposa. La princesa procuró convencerle de que se quedara junto a ella, pero nada logró. Finalmente y con gran tristeza, la princesa lo acompaño hasta la playa y al despedirse entregó a Urashima una pequeña caja de nácar y le advirtió que, si quería volver a verla, nunca la abriese, dicho esto, se despidió y se internó en el mar.
Cuando Urashima la perdió de vista, se dirigió hacia su casa, pero no fue capaz de encontrarla. La aldea se encontraba cambiada y no parecía ser la misma donde el pescador había nacido y se había criado. Sin embargo, el lugar, la playa y las montañas no habían cambiado, sólo la gente y las construcciones…
Preguntó a unos niños que por ahí pasaban sobre la casa de sus padres, pero estos dijeron que nunca habían oído hablar de ellos. Entró en los comercios del pueblo haciendo las mismas preguntas y obteniendo la misma respuesta, fue entonces que comenzó a comprender que mientras para él pasaban días en el reino del mar, en la tierra eran años, y que así había pasado más de un siglo.
Decidió entonces volver con la princesa Otohime, pero descubrió que había olvidado preguntarle como hacer para regresar. Desconcertado, se dirigió a la playa, las noticias y el asombro sumados a su remordimiento, tanto por la tristeza de sus padres que murieron creyéndolo muerto, como por haber dejado a la princesa lo marearon y para no caer sin fuerzas, se sentó en la arena mirando el mar, el mismo horizonte donde Otohime había desaparecido… En ese estado de ánimo recordó la caja que tenía entre sus manos pero olvidándose que no debía abrirla, pensó que, haciéndolo, quizá pudiera ir junto a Otohime.
Al abrirla, una nube salió de la caja y se perdió en el cielo, al mirar como se perdía la nube, recordó la recomendación de no abrir la caja y comprendió que ya no volvería a ver a la princesa, simultáneamente, sintió que sus fuerzas le abandonaban, sus cabellos encanecían, su piel se arrugaba y su corazón dejó de latir. La mañana siguiente unos niños vieron tendido en la arena a un hombre decrépito, sin vida. Era Urashima que había muerto de viejo…

